(M)


hasta que las piedras se hagan rocas y de ellas brote el musgo







Tú, claro espíritu de claro fuego, hasta que me quemaste tanto que sigo llevando la cicatriz. Te conozco y ahora sé que tu auténtico ser es el desafío.



Y había tres mujeres sentadas en círculo a intervalos iguales, cada una en su trono; eran las Parcas, hijas de la necesidad, vestidas de blanco y con guirnaldas en la cabeza, a saber Láquesis, Cloto y Átropo, y cantaban en armonía con las sirenas: Láquesis las cosas pasadas, Cloto las presentes y Átropo las futuras.





rayo completo

luz trazada

de gesto infinito



Me gustaría que no hiciera frio ni calor. Que hubiera un viento templado, de vez en cuando una tormenta para acurrucarse, con casas rojas, y ortigas oro. La gente lo sabría todo y no necesitaría aprender más. Los coches no serían de nadie y podrías entrar en ellos cuando estuvieras cansado. Todo lo que uno no conoce desaparecería.

Cada respiración mueve los muros y las paredes, y nos alimentamos como en un picnic con velas. Es la primera vez que entramos dentro de todo lo que hay ahí, muy lejos. La luz brilla dorada, como una avispa que flota sobre una superficie roja y termina quemada en cenizas grises. Hay una sombra que nos llama, del futuro, las plantas se deprimen al acercarse, no se les permite crecer. Todo está allí, en un encuentro al aire libre, susurrando sobre lo que han visto, de forma quejumbrosa.

Ramas y tallos cargados de hojas abiertas nos hizo mirar. Es el collage de un gran viaje. Como un tapiz rugoso y agujereado. Como una pintura oculta tras los arbustos.


La piel de las cerezas, como una membrana, me separa de lo dulce. Las frutas, a veces, explotan, como la granada.